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Indigno, inmoral, incómodo

 

El condón es tan impropio, tan indigno como lo es el cinturón de castidad, sólo que por el otro extremo. Ahora que todas las sociedades somos más sensibles a los derechos de las personas, a su dignidad, etc., parece lógico pensar que una de las razones para rechazar el uso del condón, sea porque no es digno de una persona. Cuando en las tiendas para animales se comenzó a poner una inyección a las gatas domésticas para que no se vayan de casa en ciertas épocas, en busca de gato, además de sonreír, cualquiera pensó que la ciencia veterinaria estaba muy avanzada,..., pero eso no será aplicable a las mujeres, o a hombres, pues, al fin y al cabo, somos personas, no gatos.

 

También, indigno de la persona, y por lo tanto sería rechazable, la medida de la castración, voluntaria u obligatoria, para luchar contra el SIDA. Esa medida sería 100% eficaz, pero no es digna de la persona. Otro tanto ocurriría si alguien quisiera detener la expansión del SIDA aislando a todos los contagiados en guetos u hospitales ; podría ser eficaz, pero no es válido, no es digno.

 

Estamos en unas cifras de enfermos de SIDA y de portadores que aún el mundo puede tolerarse, pero, ¿qué medidas podrían plantear las autoridades si la mitad de la población mundial fuera portadora del virus?. Quizá pensarían en un aislamiento forzoso de los contagiados, quizá en la castración de las personas contagiadas que no quisieran vivir en esas ciudades de contagiados, quizá una prohibición total de cualquier transfusión o del consumo de droga. Seguro que apelarían a razones sociales para imponer tales medidas. Bueno, pues aunque esto sucediera, seguiríamos considerando indigno la medida de la castración para los individuos contagiados.

 

Hay quien querría que se juzgara el hecho de usar condón como quien se pone una tirita, o una espinillera para jugar al fútbol. Podría ser incluso, por la presión de las campañas, por la opinión de la mayoría, que así sucediese, que muchas personas acabaran con esta opinión. Si esas personas no estuvieran tan manipuladas por los medios de comunicación, se darían cuenta, al menos, de que la tirita sirve para ese pequeño accidente, la espinillera protege de lesiones en el juego, mientras que el condón manipula el uso normal y natural de la sexualidad. Quien como premisa aceptara que la sexualidad es un juego, es lógico que considere el condón como otra espinillera. Hacemos especial intención de no llamar al condón preservativo, para no dejarnos engañar con la falsa idea de creer que previene. La prevención real es la primera prevención: la abstención; esa es la autentica prevención. ¿Cómo hacer que en EE.UU. no haya tantos muertos por arma de fuego?, ¿difundiendo u obligando al uso de balas de goma?, o realmente, ¿limitando la venta de armas de fuego?. Además, ¿de qué previene el condón?, ¿previene a los jóvenes de que se conviertan en maníacos sexuales?, ¿previene del vicio sexual?

 

Si hay personas que no entienden lo indigno del condón pueda ser debido a que no han recibido educación sexual alguna, o es, simplemente, carencia de sentido común. Quizá sea cosa de la subcultura retrógrada que intenta envolverlo todo a base de campañas. Las campañas, cuando el pueblo es ignorante y manipulable, serían capaces de hacernos a todos hasta antropófagos, con toda naturalidad. Adivinamos cuál serían unos de los primeros mensajes para hacer derivar nuestras apetencias culinarias.

Si de pronto se hicieran campañas para que las personas cambiáramos nuestros hábito de andar a dos patas, para que pasáramos a andar a cuatro patas, ¿podríamos llegar a verlo natural, y que no es indigno de la persona?. No, siempre sería indigno el andar a cuatro patas, por más que nos dijeran -como así es- que previene las enfermedades o lesiones en la columna vertebral. No queremos ser animales. En un breve pensamiento se puede decir todo : "Ni gomas, ni bozales, no somos animales".

En un libro leíamos que eso del condón era la solución del fontanero al problema, o del médico con vocación de fontanero, y !hombre¡, creemos que hay diferencias. No puede limitarse el problema del SIDA a un problema de fontanería, porque por un sitio haya fugas, y se contagie la enfermedad.

Se precisa observar ciertos temas desde una perspectiva seria y crítica, que no da el contacto próximo, pues los árboles pueden tapar el bosque. Todos podríamos reírnos a coro, y hacer burla, de un grupo de enanos para divertirnos; pero, ¿es digno reírse de otra persona precisamente por su defecto físico?. Visionando un documental televisivo sobre el SIDA, se podía ver imágenes de risas entre jóvenes africanos a los que una organización americana les daba gratuitamente condones. ¿De dónde proceden las risas?. No son muestra precisamente de la responsabilidad de los jóvenes sobre un tema tan importante que puede llevarles a ellos y a sus familias a la tumba. ¿Es digno tratar a estas personas como animales, renunciando a su derecho a ser educados, a vivir como personas civilizadas?. ¡Qué bueno es el hombre blanco!.

En otro lugar, analizaremos el sentido humano de la sexualidad, y la educación sexual correcta que habría que difundir.

 

 

Inmoral.

           

En unos años en los que domina la picaresca y el afán del pelotazo, la moral y la ética de las actuaciones humanas parece que ha quedado en desuso. Algo es bueno en tanto en cuanto me satisface a corto plazo, siempre que la policía no descubra mi delito, o en cuanto favorece mi economía. Aún así, las normas morales nos contemplan como esas grandes montañas que se ríen de los humanos, pues éstos, dedicados a sus prisas y gustos, creen que las montañas dejaron de estar allí.

Alguien dijo que Dios perdona siempre, el hombre a veces, pero la naturaleza nunca. Las leyes morales no están más que para hacer posible, con su cumplimiento, la felicidad del hombre en su medio.

No es imprescindible considerarse cristiano, pues nos damos cuenta de que también existe una ética de la naturaleza, una ética ecológica, en base a la cual unos actos pueden considerarse buenos, y otros malos. La contaminación de un río es éticamente malo, y reciclar o aprovechar la energía solar es bueno. Los actos entre las personas que facilitan la propagación de una enfermedad son éticamente reprobables. Los actos entre personas que deshumanizan el sentido de la sexualidad, también son reprobables. Si se apuesta, por lo tanto, por medidas como la de usar el condón, que no son seguras, y hacen que se multipliquen los actos peligrosos de propagación del SIDA, y desvirtúan la sexualidad, usando un sentido de la ética meramente ecológico, debemos decir que es negativo para el hombre.

Otro criterio muy útil de moralidad, al margen de creencias religiosas, sería el considerar si estamos a favor o no de la monogamia. La poligamia se ha ido reduciendo a medida que las civilizaciones se han desarrollado, pero lo cierto es que muchos sectores de la población están volviendo a costumbres sexuales que se creían superadas, volviendo a la poligamia, o a la poligamia alternante. Aquí está por lo tanto, un criterio más de moralidad, la monogamia. No se puede ser indiferente, son muchos logros sociales los que se derribarían si la monogamia se dejara optativa; y el logro que ahora estamos deseando que no sea destruido es el de la salud de las personas, cuestión de vida o muerte: casi nada.

Quien se considere cristiano podría considerar las declaraciones que siguen. Juan Pablo II en la Conferencia Internacional sobre el SIDA que se celebró en el Vaticano en Noviembre de 1989 dijo :"Es moralmente ilícito propugnar una prevención del SIDA basada en medios y recursos que violan el sentido auténtico de la sexualidad, y que son un mero paliativo para un malestar profundo, en el que está en juego la responsabilidad de los individuos y de la sociedad. Y la recta razón no puede admitir que la fragilidad humana, en vez de ser motivo para empeñarse más, se traduzca en pretexto para una cesión que abra la vía a la degradación moral".

Si buscamos entre los escritos de moral, nos encontramos en la encíclica Humanae Vitae lo siguiente : "Queda patente que el uso del sexo tiene un fin altísimo y nobilísimo que no debe desvirtuarse separándolo de la procreación: es decir, de los actos de suyo aptos para que pueda derivarse una nueva vida; todo acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida (102). Por eso, más adelante añade, sería intrínsecamente deshonesto, : "Toda acción que en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación ".(103)

 

La Iglesia Católica, en un comentario titulado ‘Prevención del SIDA, aspectos de la ética cristiana’, señaló que ‘buscar la solución al problema del contagio promoviendo el uso de preservativos, significa tomar un rumbo que no sólo no es muy eficaz desde el punto de vista técnico, sino también y por sobre todo, es inaceptable desde el punto de vista moral’. Y agrega: ‘La proposición de que una sexualidad de esta manera es segura, ignora las causas reales del problema, cual es la permisividad que, en la esfera corroe la fibra moral de la gente. La única manera efectiva de prevención es en un 95% de los casos, abstenerse de la práctica sexual fuera del matrimonio y del consumo de drogas’.

Éticamente el preservativo separa los dos significados del acto conyugal (unitivo y procreativo) y es, por tanto, siempre intrínsecamente inmoral. La moral cristiana manda la continencia que consiste en frenar, moderar y usar rectamente esa fuerza vital que es la sexualidad. A esto se llama castidad. Los jóvenes están obligados a la castidad para llegar íntegros al matrimonio y los casados deben guardar la castidad conyugal que consiste fundamentalmente en ser fieles.

En cuanto al uso de los preservativos para evitar las enfermedades, las autoridades deben informar que no protegen totalmente; existe siempre el riesgo de infección. Los preservativos son un gran negocio, llenan de dinero los bolsillos de quienes producen a costa de la inmoralidad de la población a la que inducen al libertinaje. La iglesia no está, ni estará nunca en favor de los "preservativos".

Se acusa a la Iglesia de retrasada porque rechaza las campañas que, para prevenir el SIDA y otras enfermedades venéreas, promueven el uso del condón como defensa segura. La iglesia nunca aceptará el uso del condón ni fuera ni dentro del matrimonio. En principio, no deben darse las relaciones sexuales extra o pre-matrimoniales (se rechaza con esto la promiscuidad, la prostitución, el homosexualismo y no sólo el uso del condón). No se permite a los esposos el uso del condón porque se impide la entrega total de dos personas que deben amarse y se va en contra de los fines del matrimonio que debe estar abierto a la vida.

Conforme a lo anterior, si el Estado, o quien sea, martillea los oídos de cristianos, con sermones y campañas que predican lo contrario, banalizando ciertas prácticas, está incidiendo, sin el menor respeto, en las creencias y en la intimidad. Especialmente el daño se produce con los jóvenes: para los diseñadores de campañas contra el SIDA no existe ese precepto constitucional de que todos tenemos derecho a nuestra integridad moral y a la intangibilidad de las conciencias. Los padres son los primeros educadores de los hijos, y con esas campañas se produce un abuso de poder de las propias Administraciones frente a los derechos y responsabilidades de los padres, que son pisoteados. (104)

Ha habido en estos años últimos diversas polémicas y renovadas acusaciones, pero que quedan olvidados por lo inconsistente de los argumentos. Lo llevamos a la letra pequeña. (105)

 

No es infrecuente que haya personas que preocupadas por la extensión del SIDA opinen que la Iglesia debería reconsiderar su condena del uso del condón, como si muchas personas hubieran tenido esta norma moral en mente cuando se contagiaban del SIDA. Pero afirmaciones de este tipo circulan por los medios de comunicación alegremente, sin que prácticamente nadie se atreva a desenmascarar la insidia y la sinrazón que se esconde. Si analizamos el SIDA en África, debemos pensar que la influencia de la Iglesia católica se circunscribe al 15,6% de la población total de África. ¿Alguien se atrevería a afirmar que la epidemia del SIDA está azotando en mayor medida a la población católica que a la musulmana o a la animista? Es más, las autoridades sanitarias de las Naciones Unidas están ocultando a la opinión pública diversas estadísticas en las que se demuestra que la comunidad católica sufre en menor medida la plaga del SIDA. Es lógico que la predicación moral católica en favor de la monogamia y de la castidad tenga sus efectos positivos, en medio de unos ambientes de una promiscuidad generalizada.

En el caso de los católicos alejados de la práctica religiosa y de la vivencia de sus principios morales, ¿cabe suponer que quien es infiel a su mujer, vaya a respetar la norma moral católica contraria al condón, y que pueda llegar a contaminarse por mantenerse fiel a sus principios religiosos? Esa hipótesis es absurda. Evidentemente, quien no tiene escrúpulo alguno en ir con una prostituta, ni se planteará la cuestión de la moralidad del condón. Por tanto, acusar a la Iglesia católica de la extensión del SIDA es algo absurdo; y más bien, es una maniobra para negarse a reconocer la realidad bien contraria: sin la moral católica, la sociedad sería más promiscua y, en consecuencia, el SIDA estaría mucho más extendido.

Juan Manuel de Prada es un escritor rebelde, sin pelos en la lengua, escribía claro en el diario ABC sobre el relativismo moral. (106)

 

El Vaticano organiza Congresos sobre el SIDA ; la primera cita en el Vaticano, en 1989, acudieron investigadores de la talla de Luc Montagnier, diez años después, a finales de 1999, el invitado de honor fue Peter Piot, director de ONUSIDA. El secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, el obispo español José Luis Redrado, anunciaba una colecta especial para los huérfanos del SIDA, y en un periódico declaraba que "la Iglesia ha sido pionera en la asistencia a los enfermos de SIDA. No sólo hay catorce documentos del Papa sobre la enfermedad, sino que hace ya más de diez años que yo mismo viajé a Estados Unidos para visitar el hospital Saint Clarence para enfermos de sida, atendido por Madre Teresa. Por entonces también los hermanos de San Juan de Dios y muchas casas diocesanas desempeñaban las mismas tareas en Europa, en India o en África". Acerca de la amoralidad del condón declaraba que "El preservativo garantiza cierta seguridad pero, frente a lo que mucha gente piensa, no protege totalmente contra el contagio, como ha subrayado la OMS. Además promueve lo que se intenta evitar a toda costa: la falsa mentalidad del «sexo seguro». La difusión del preservativo favorece a la vez la de una cultura proclive a la promiscuidad sexual. La gente se convence de que es posible mantener relaciones múltiples sin riesgo pero, paradójicamente, las cifras de contagio se están disparando. Desde luego es más fácil proporcionar un objeto, un preservativo, que educar en una mentalidad madura. Un utensilio se fabrica, pero educar cuesta más y lleva tiempo".

La Iglesia aporta a la lucha contra el SIDA "un respiro y una esperanza para tantos enfermos que viven como en un túnel cerrado. Si toda enfermedad es dura, ésta lo es mucho más, porque se multiplica entre los más pobres, en medio del paro, de la prostitución, la tóxicodependencia o la promiscuidad y ataca a las personas más frágiles desde el punto de vista de su estilo de vida. Es muy fácil verse rechazado en estas circunstancias y, cuando a uno ya no le queda nada, la Iglesia permanece. (...) Nosotros seguiremos acompañando a todos los enfermos y pidiendo a la sociedad y a los medios de comunicación un cambio de mentalidad que ayude a comprender que la promiscuidad entraña un riesgo mortal y que, lo mismo que gana espacio la certeza de que es mejor dejar de fumar, por razones de salud, también es razonable vivir una sexualidad sana y madura.".

 

A finales del 2003 el Cardenal Lopez Trujillo hizo unas declaraciones a la BBC que tuvieron amplia difusión, aunque sólo en los aspectos más controvertidos. Se le atacó mucho al obispo, y el escritor y periodista Eulogio López 13,10,03 escribió el siguiente artículo en su publicación digital  (107).

 

El 17 de Enero del 2004, la agencia vaticana Fides reprodujo las declaraciones del responsable del Fondo de las Naciones Unidas contra el SIDA (ONUSIDA), Desmond Johns, quien destacó el papel óptimo que cumple la Iglesia Católica en la lucha contra esta pandemia.

Fides difundió la entrevista que Johns concedió a la dirección nacional alemana de las Obras Misionales Pontificias, y en la que declaró que "la Iglesia Católica es un óptimo partícipe en la lucha contra el SIDA".

Johns, director de la oficina de ONUSIDA en Nueva York, recordó el compromiso de la Iglesia en el sector de la sanidad de los países más pobres del mundo, la atención que brinda a las personas afectadas con el VIH y el apoyo que ofrece a las viudas y huérfanos.

Johns también destacó el aporte de las escuelas de misioneros en la promoción de la educación. "Las organizaciones católicas tienen una importancia fundamental en la lucha contra el SIDA por lo que respecta a las campañas de sensibilización entre la gente y los responsables locales", indicó.

 

Incómodo

 

Un condón mal ajustado no sólo tiene más posibilidades de romperse, sino que también reduce el placer de la pareja.

Más allá de la gracia del tema, este trabajo, que publicó en Febrero del 2010 el Journal of Sexually Transmitted Infections, tiene importantes implicaciones para la salud y para los programas que se centran en luchar contra el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS), indican los autores, del famoso Instituto Kinsey de Investigación Sexual.

Los investigadores preguntaron sobre el asunto -el largo y ancho del condón- a 436 hombres entre los 18 y 67 años, la mayoría de los cuales era de raza blanca (84,3%). De ellos, 195 (44,7%) reconocieron que en sus últimos encuentros sexuales se habían sentido incómodos con el condón.

Este problema redujo el placer sexual en 120 hombres y 57 afirmaron que también sus parejas femeninas habían disfrutado menos. Por ello, 34 se retiraron el condón antes de completar el acto sexual, y a 18 se les rompió. Asimismo, muchos señalaron sufrir después irritación en el pene.

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(102) Humanae Vitae n.11

(103) Humanae Vitae n.14

(104) Ver Artículo 130.4 de la Ley de Procedimiento Administrativo y 105 de la Constitución

(105) La carta pastoral del arzobispo de Barcelona, cardenal Ricard María Carles, en Marzo de 1999, en la que criticaba que las campañas oficiales de prevención del SIDA se centren sólo en el uso de condones, dio lugar a una de esas polémicas que periódicamente se orquestan en torno a la información religiosa. Hay quien se atrevió a decir que poner en duda la eficacia de estas campañas incurre poco menos que en un delito contra la salud pública.

        Es curioso que sectores que aseguran no hacer caso de las opiniones de los obispos, saltaran y salten como aves de presa cuando un obispo pretende echar abajo las prédicas a favor del condón que se nos dirigen machaconamente desde la televisión y las vallas publicitarias. la Iglesia católica considera que esta publicidad favorece un comportamiento sexual irresponsable.

        Las personas que ajustan su conducta sexual a las enseñanzas de la Iglesia ­abstinencia antes del matrimonio o fidelidad al cónyuge no infectado­ tienen una protección natural contra el SIDA y no necesitan para nada del condón. En cambio, quienes llevan una vida sexual con parejas múltiples y encuentros esporádicos, es señal de que no siguen los criterios de la moral cristiana, y por lo tanto se supone que no les debería importar lo que digan los obispos. La Iglesia católica trabaja como nadie para prevenir el SIDA al promover, una conducta que implica autocontrol y no trivializar el sexo, lo cual aleja el riesgo de infección. Sin embargo, los que alientan la idea del "a tope", esos no solo no colaboran contra el SIDA sino que lo promueven. Luego intentan paliar las consecuencias de sus consignas, con el eslogan del "sexo seguro", presumiendo de responsabilidad.

        La vía eficaz de prevención consiste en un esfuerzo educativo para proponer unos criterios sanos de conducta sexual. La Iglesia católica defiende una concepción del sexo basada en el dominio de sí, la responsabilidad y el respeto del otro. Se trata también de una prevención coherente. Pues no se puede pretender que los jóvenes descubran una visión de la sexualidad basada sobre el amor y la responsabilidad, y al mismo tiempo repartir condones en los colegios.

        Existe pues, una intención clara de tapar a toda costa la boca a la Iglesia. Su atrevimiento para criticar duele. Parece, que está resultando, que cuando creíamos superados todos los tabúes con respecto al sexo, ahora el tabú que se impone es el cerrar filas alrededor del condón, y ay del que discrepe. La fidelidad a la pareja se considera irreal, pero se exige fidelidad total al condón.

 

La organización autodenominada Católicos por el Derecho a Decidir («Catholics for a Free Choice») llevaron a cabo una campaña internacional desde noviembre del 2001 criticando a la Iglesia por su posición respecto al condón. A pesar de su nombre "católico", el pequeño grupo no tiene relación alguna con la Iglesia, según explicaron los obispos norteamericanos en mayo del 2000. Ahora bien, el grupo mantiene relaciones intensas con las organizaciones abortistas que lo fundaron.

La campaña publicitaria fue movida con un gran dispositivo desde el 1 de diciembre del 2001, con anuncios en las paradas de autobuses y en las estaciones de metro, así como en el Washington Post. Los anuncios aparecieron también en Canadá, Sudáfrica, Zimbabwe y Kenya. En sus ruedas de prensa, Católicos por el Derecho a Decidir decían que la oposición de la Iglesia al uso del condón ha causado las muertes de miles de personas al minar los esfuerzos por detener la transmisión del virus VIH. Su objetivo es lograr que la presión pública sobre la Iglesia la haga cambiar de posición. Los anuncios transmiten la impresión de que a la jerarquía de la Iglesia no le importa el problema del Sida. "Los católicos se preocupan. ¿Lo hacen nuestros obispos?", preguntaba un anuncio del Post.

Los responsables de la Iglesia con rapidez pusieron de manifiesto las inexactitudes de los anuncios. La portavoz de la archidiócesis de Washington, Susan Gibbs, manifestaba en el Post el 3 de enero del 2002, que los anuncios "acusan a los obispos de asesinar personas cuando de hecho los obispos abogan por el único estilo de vida que protege contra el VIH/Sida: la abstinencia fuera del matrimonio monógamo".

La Conferencia Episcopal Católica de Sudáfrica también reaccionó con firmeza contra los anuncios. En un comunicado de prensa la oficina del Sida de los obispos, hacía notar que, después del Gobierno sudafricano, la Iglesia católica es la organización que más ayuda ofrece en la prevención del Sida y en programas de ayuda. Entre junio del 2000 y noviembre del 2001, la oficina del Sida de los obispos ha llevado a cabo al menos de 116 proyectos. El comunicado de los obispos observaba que hasta el Departamento Nacional de Salud sudafricano reconoce que este servicio de asistencia católico, trabajando a través de las parroquias, es mucho más eficaz para atajar las raíces del problema que la propia red gubernamental de prevención del Sida y asistencia.

Un portavoz de la conferencia episcopal, el obispo Reginald Cawcutt de Ciudad el Cabo, afirmaba: "La Iglesia desaprueba el intento de combatir la difusión del Sida repartiendo al por mayor condones a los adolescentes. Esto significa promover la promiscuidad. Demuestra un pensamiento seriamente confuso. La Iglesia respalda con firmeza y promueve --como ha hecho durante 2000 años-- la educación basada en los valores y en los programas de prevención. Son las únicas cosas que al final funcionan".

Por su parte, el Catholic Family and Human Rights Institute constataba en «Friday Fax» el 28 de diciembre del 2002 que las esperanzas de Católicos por el Derecho a Decidir por causar furor con el tema se habían apagado. A excepción de algunos artículos de periódico, los medios habían ignorado ampliamente la campaña de anuncios.

 

En Junio del 2000 fue controvertido y confuso un folleto de la Comisión Pastoral de Sida de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB), en la que se expresa un matizado respaldo al uso del condón como manera de combatir el SIDA. Ello dio pie al Vaticano para transmitir de nuevo la doctrina católica sobre este punto. Mons. Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de Salud de la Santa Sede, señaló que la doctrina de la Iglesia no ha cambiado: el condón no es un medio para combatir el SIDA. El representante del Vaticano señaló que el uso de condones, en cualquier circunstancia, es contraria a las enseñanzas de la Iglesia. "La Iglesia defiende que la castidad y la fidelidad matrimonial es la mejor manera de evitar el contagio". Preguntado sobre cómo combatir el SIDA entre prostitutas y homosexuales, monseñor Lozano recordó que la enseñanza de la Iglesia al respecto sigue siendo la misma "expresada en el sexto mandamiento: no fornicar". Por ello, "la defensa de algunos, en el interior de la Iglesia, del uso de preservativos, es un hecho totalmente aislado". (...) "Cuando un obispo se aparta de la forma de pensar del episcopado, está equivocado".

Por otro lado, el profesor Leal Vieira, Presidente da la Asociación Provida-familia, señaló que "el preservativo bajo ningún punto de vista es un mal menor, la solución está en vivir la monogamia y la abstinencia sexual". (...) "El preservativo sólo incrementa las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA, ya que su uso es una ruleta rusa". El prestigioso teólogo brasileño Bettencourt explicó que "el principio del mal menor sólo es válido cuando existen solamente dos opciones y se debe actuar inmediatamente; pero en el caso de la sexualidad, existe una opción que es la abstinencia sexual".

 

(106) Cierta estupidez contemporánea, muy propagada y admitida, según la cual las convicciones ideológicas y morales pueden amoldarse a la circunstancia concreta, como si fuesen tabletas de chicle que se estiran y encogen elásticamente, al gusto del consumidor. Hasta hace poco, la deslealtad a esas convicciones era tildada de oportunismo; hoy, a quienes la profesan se les tacha de intransigentes, inmovilistas, retrógrados y no sé cuántas lindezas más. El relativismo en que plácidamente nos hemos instalado propicia la confusión entre convicciones y meros usos sociales; así, se considera igualmente carca a quien se resiste a abdicar de prejuicios anacrónicos y a quien defiende valerosamente sus ideas. Este relativismo comodón se ha extendido a todos los ámbitos de la vida, aun a los más sagrados; lo que antes eran consideradas componendas innobles o veleidades de tontaina hoy se reputan como síntomas de «tolerancia», de «amplitud de miras», de «inteligencia práctica». Hay que empezar a reivindicar la intransigencia como virtud; porque la transigencia ha dejado de ser aquella capacidad para consentir en parte con lo que se cree justo, razonable y verdadero, y se ha convertido en sinónimo de tragaderas, de lasitud ideológica, de sincretismo moral, de mistificación y endeblez, de papanatismo y sumisión a las modas que convienen.

        La figura del veleta antaño tan execrada, se erige hoy en modelo de conducta. No importa que los comportamientos fácilmente mudables se apliquen a asuntos menores o a principios incontrovertibles; importa, ante todo, «adecuarse a los tiempos». Cada vez con mayor frecuencia me tropiezo con personas a las que creía amigas que, ante la defensa apasionada de una idea por mi parte, atribuyen ese apasionamiento a circunstancias de la edad: «Es que todavía eres muy joven —me dicen—. Ya cambiarás». No entienden que el cambio biológico en nada puede afectar a una serie de convicciones que justifican una vida; sobre su cimiento se asienta lo que uno es, para bien o para mal, y sobre ese cimiento crece el hombre que uno quiere ser. Todas estas reflexiones me vinieron a la cabeza, en indignado tropel, mientras escuchaba a aquel chisgarabís radiofónico que aconsejaba «adecuación a los tiempos», como si la pildorita llamada del «día después» fuese lo mismo que la minifalda o el top-less. Quizá los politicastros que autorizan o desautorizan su venta, después de «pulsar la demanda social», así lo crean; nosotros, los intransigentes, no.

 

(107) Hispanidad, 13-10-2003

"Fariseísmo en la Organización Mundial de la Salud (OMS)"

"El Vaticano afirma que los condones no protegen del sida". Así de contundente se ha mostrado el diario El Mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de los organismos de la ONU más proclive a decir tonterías (aunque UNICEF se le adelante en tantas ocasiones), ha acusado a la Iglesia de poner en peligro vidas humanas. Esto es como acusar a un médico de poner en peligro vidas humanas por extirpar un tumor.

Para entendernos, ¿ha dicho algo tan grave el cardenal Alfonso López Trujillo, que de él estamos hablando, cuando afirma que el virus de inmunodeficiencia adquirida puede traspasar el condón, dado que es "450 veces más pequeños que los espermatozoides y los propios espermatozoides pueden atravesar la red del condón"?

Pues no, es algo que nadie puede negar, es algo científicamente demostrable. De hecho, la propia Organización Mundial de la Salud, a través de su portavoz, Fadéla Chaïb, reconoce que el preservativo falla en un 10% de los casos, pero que la culpa no la tiene el magnífico aparatito, sino quienes lo utilizan, que son muy torpes. Ya saben: el fallo humano. Y claro, vaya usted a demostrar que el culpable es el usuario: Como no filmen toda la operación.

En España hay sentencias judiciales en el mismo sentido. Una de ellas, referida al gran logro político de la ex ministra socialista Matilde Fernández, hoy candidata a la Asamblea de Madrid con Rafael Simancas. La Audiencia dictaminó que, en efecto, el condón no era seguro frente al sida, y que, por tanto, el Gobierno debería haber advertido a los abonados a la goma del riesgo que asumen. Es decir, lo mismito que afirma López Trujillo, para quien las autoridades sanitarias deberían colocar en los condones los mismos carteles que aparecen en las cajetillas de tabaco advirtiendo del carácter nocivo del producto. Por cierto, los médicos, y así lo recogió la sentencia de la Audiencia Nacional, también concluían que el virus del sida tarda en manifestarse varios años: no vaya a ser que parte de los jóvenes que siguieron el consejo de doña Matilde (ya saben el "Póntelo, pónselo") se encuentren ahora con alguna sorpresita nacida en los años de la liberación condo-matildista.

Pero el escándalo farisaico no lo inventaron los fariseos, sino la prensa progre. De ahí que a la Iglesia se le haga culpable de la muerte de 20 millones de personas por el sida. Precisamente a la Iglesia, la institución no oficial que más tiempo, esfuerzo y dinero dedica a combatir el sida y a apoyar a los sidosos en el conjunto del planeta.

Porque vamos a ver, a todo esto, qué es lo que propone la Iglesia. La Iglesia propone para evitar el sida la fidelidad matrimonial y la abstinencia sexual. Es decir, ataca la promiscuidad sexual. Al parecer, el asunto es gravísimo, tanto como para ser acusado de homicidio colectivo. Veamos: los médicos, y la Organización Mundial de la Salud, privan a un hipertenso de la comida, a un aquejado de dolencias en el hígado le recetan abstinencia de alcohol, al tiempo que se empecinan en que nadie consuma tabaco para evitar el cáncer de pulmón. Todas esas abstinencias son espléndidas. La única abstinencia que, al parecer, no puede admitirse, ni tan siquiera aconsejarse, es la abstinencia sexual (por cierto, que es más fácil, dejar de fumar o dejar de copular), algo profundamente reaccionario. Por el contrario, dejar de fumar es políticamente correcto: lo ha dicho la OMS.

Si cabe, el parangón aún resulta más peligroso, porque la promiscuidad sexual que condena la Iglesia adquiere tintes dramáticos en el caso de las relaciones homosexuales, que son la principal causa de transmisión del sida.

Una duda: ¿seguro que la OMS no está financiada por los fabricantes de preservativos, verdaderas multinacionales?

Naturalmente, el editorial de El País insiste en que el uso del condón es imprescindible, y, ya subidos al púlpito, los chicos de Polanco acaban por levantar el dedo acusador, justamente el dedo índice, contra Roma: "El Vaticano no parece ser consciente de la gravedad e irresponsabilidad de estas acusaciones". O sea, Monseñor Trujillo ya lo sabe usted, menos leer el Evangelio, cuya evidencia científica ha sido puesta en duda nada menos que por las ONG´s, y más leer los editoriales de Juan Luis Cebrián, que no sólo son científicos, sino que, además, son canónicos. Hay que aceptarlos y en paz.

Quizá baste un poco de paciencia y tiempo, para que en el mundo se reconozca el papel de la Iglesia en la lucha contra el sida, tanto en los aspectos preventivos como paliativos y sanitarios. La ONU reconoce ya, a la Iglesia Católica como "partícipe óptimo" en lucha contra el SIDA


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